Recuerdo de Rossi



Leo en el número de agosto de Letras Libres fragmentos del diario inédito de Alejandro Rossi. Confirmo mi admiración por su inteligencia, por su exactitud y, sobre todo, por esa “prosa de precisión” que caracteriza su obra. Recuerdo el descubrimiento, deslumbrante, del Manual del distraído, que en mi juventud leí y releí con fervor (diría Borges, uno de sus modelos). Al parecer, Rossi cultivó esmeradamente un diario a lo largo de diez años, de 1993 al 2003, o sea, que se trata de un diario más bien de vejez (nació en 1932). Llama la atención, en sus entradas, un cierto desaliento, una sensación de fracaso por no haber compuesto la Gran Obra, la pesadumbre del que sabe que ha tenido el talento, pero que, por diversas circunstancias, ya es, quizá, demasiado tarde.

Una de las primeras reseñas que escribí fue precisamente la de sus Obras reunidas (http://www.jornada.unam.mx/2005/05/29/sem-hojea.html). Cosa rara, me buscó para darme las gracias y, aunque le costó trabajo, finalmente me localizó (en Cambridge, E. U.) y, cuando apareció, me envió Eden. Vida imaginada, su única novela, “esperando no distraerlo de cosas más sesudas”, frase acorde a la exquisita cortesía que se respira en sus textos.

Hace un par de años, tuve otra sorpresa rossiana. Preparando un programa de radio sobre su obra (https://itunes.apple.com/mx/podcast/resto-es-literatura-alejandro/id484598917?i=168403139&mt=2), y como acostumbrábamos con cada autor, hicimos una búsqueda en Google y naturalmente no tardamos en caer en la entrada de Wikipedia (https://es.wikipedia.org/wiki/Alejandro_Rossi). Comencé a leer el apartado titulado “Escritor”: “como escritor, el nombre de Alejandro Rossi ha estado asociado fundamentalmente a un libro que por sí solo hubiera bastado para garantizarle un lugar aparte en las letras hispánicas de los últimos años…”. Seguí leyendo y pensé: “ah, caray, esto se me hace conocido”. Claro: el texto es, casi completo, el de mi reseña (sin comillas, naturalmente, y que en la nota solo remite a una página de El Colegio Nacional en la que, allí sí, se da el crédito correspondiente, pero que los usuarios de Wikipedia ignoran; en fin, una tontería sin importancia, desde luego, pero cuyo descubrimiento no dejó de ser divertido).

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